martes, 26 de junio de 2012

Y a veces te extraño tanto...

Sería mucho más fácil tener la certeza de tu presencia en mi vida, de tu mano invisible guiándome, no dejándome caer, levantándome cuando el abatimiento acecha, confortándome cuando la duda me lacere la mente con su punzón.
Y yo elegí, elegí ser libre, elegí buscar mi propio camino, solo, sin ayuda, desorientado, porque no hay una huella previa en el páramo de esta vida, mi vida, elegí soltar esas ataduras que asían mi mente y me impedían volar, proyectarme, pero después de todo no sé hasta dónde puedo hacerlo. No sé hasta dónde llega esa superestructura de tal amplitud que parece invisible pero está presente, esa que limita mis ideas, mis pensamientos, mi capacidad de colegir, de analizar, de pensar, de volar, que mis padres y el colegio y el entorno y la sociedad y finalmente yo misma me he impuesto y de la que no he podido despojarme, que es como la burbuja de aire que me permite respirar y nutrirme, aun sabiendo que ese aire y ese alimento son una ilusión. Y tú eras parte/causa/creador de ella, y tú me fortalecías pero me coartabas, tu amor era una pesada carga para mis hombros, de a poco tu calor no quemaba mis labios ni encendía mi piel, ya no te pensaba antes de dormir ni al amanecer, hasta que un buen día la flama de Tu Palabra se apagó bajo la lluvia de mis vacilaciones, dejó de calentarme, se volvió vacía y yo tracé esa pared invisible que divide la razón de la fe. Cambié seguridad por incertidumbre, protección por desabrigo, me vi como Eva luego de morder la manzana, tan consciente de mi debilidad, tan avergonzada de mi desnudez, tan abierta a la noción del dolor y del placer, tan dispuesta a sufrir y a gozar, cambié irreflexiva inocencia por despojante libertad. Soy libre de vagar por el mundo, construyendo mi destino, trazando mis caminos, inerme y desvalida, vistiéndome de hojas y pieles.
Y a veces te extraño tanto… sobre todo ahora, que siento que la noche cae sobre mí, y necesito al menos una pequeña luz para no tropezar ni caer en los baches de este páramo, ahora que el amanecer aún está lejos pero yo debo seguir avanzando. Y a veces tengo tanto miedo de que no estés, requiero de tu abrazo cuando hay frío y me falta fortaleza, y siento que pierdo la fe y el sentido de estar aquí y caminar en medio de la noche oscura…
Te echo de menos, a TI… a ese Dios de la infancia, al que suponía escuchaba mis plegarias silenciosas formuladas con ojos cerrados y manos juntas, al que me prometía el Paraíso a cambio de mi obediencia y buena voluntad, al que siempre estaba conformándote, dándome una luz en medio de las tinieblas, y que yo sólo debía seguir para sentirme a salvo…
Y yo elegí ignorar esa luz a cambio de libertad para buscar mi camino, y tus oídos se hicieron sordos para mí, tan sordos que llegué a creer que le hablaba al aire, que eres simplemente una invención, un mito, un placebo, una superstición que ha durado demasiado tiempo, menos que aire… y ahora eres nada.

Ya no estás, Te fuiste porque yo lo quise así, y siento miedo.

Pero por suerte, ya no te necesito.

Y espero no necesitarte nunca más, porque eso sería aceptar que mi vida ha fracasado. ¿Cómo no ha de fracasar mi vida si renuncio al sentido que le he dado?
Y una vida sin sentido no tiene razón de existir, y es curioso pensar que si en verdad tú existes y me diste la vida que tengo, aceptar tu existencia sería también aceptar que mi vida no tiene sentido alguno.
Y sería hora de partir....

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